domingo, 19 de octubre de 2014

EL REY DE LA NADA

El Rey de la Nada 

¿Puede un ser vivo llegar a ser tan degradado y humillado?, ¿a pasar de la gloria de su salvajismo  a recibir vulgares burlas hasta el último de sus días? El león de nuestro famoso Parque de Las Leyendas se transformó después de ser el rey de la selva, la bestia  más feroz y temida de todo el mundo,  en la “salvaje” ridiculez que hace reír al público. Y todo debido a que se encuentra solo. Estos animales viven en manada y por lo menos debería tener una leona que lo acompañe. Ahora, él se siente solo y humillado.

Su día  comienza a las nueve  de la mañana, aunque no exactamente, puesto que la gente comienza a llegar a las diez o más. Aparte de eso nuestro querido amigo está entre las últimas de las atracciones del parque, al final del recorrido. Tal vez esto le dé un poco de tiempo de acicalarse y ponerse más tenebroso, cosa que es casi imposible porque ya ni garras tiene. 

Los primeros curiosos comienzan a llegar. Quizá por sus mentes pase un leve prejuicio, puesto que se pueden encontrar con la fiera más rebelde de todo el lugar. De un momento a otro, el miedo se convierte en una torpe sonrisa. Ver un león echado y desganado que a leguas se nota que está viejo o quizá por estar enjaulado sea la razón de que el rey ya no atemorice a nadie. 

Es la especie cazadora por excelencia, pero ahora debe esperar hasta el mediodía, a que su cuidador lo alimente con varios kilos de carne machacada, y para que este le sirva su ración, el felino debe rugir. Solo unos pocos espectadores logran escuchar el rugir del león. Tanta es la risa que al menos un niño se atora con su jugo de durazno. 

“Profesora Carmen, ¿por qué este gato maúlla así?”, pregunta una niña de corte hongo. El león levanta la cabeza, quizá de cólera por la comparación. Mira que en ese colegio todas las niñas tienen corte hongo, comienza a rugir de nuevo. Tal vez esos peinados le recuerdan su jungla. “No es un gato, es un león, y está con hambre”, respondió Carmen. Se ve cómo se abre una pequeña puerta por donde la “fiera” recibirá su comida.

León enojado por el comentario de la escolar.
 El león parece estar resentido con  el público después de tantas risas y burlas que escuchó. No quiere que lo miren comer, tal vez porque ya está chimuelo. Luego de varios minutos se levanta con las justas como si tuviera complejo de oso perezoso. Cabe decir que estos no están muy alejados y la flojera se le pudo pegar. Los pellejos se le cuelgan a tal punto que parece hembra luego de haber sido succionada por sus crías. La comparación con Jaimito El Cartero quedaría perfecta, ya que da a entender que quisiera evitar la fatiga. 

Cada paso es más lento, puesto que sabe que la comida ya está muerta y no escapará. Sus ganas están más arrastradas que su pellejo, se le nota en el brillo de sus ojos que preferiría cazar un antílope o una cebra como en sus buenos tiempos en África.  

Tiene una mirada desencajada y sin ganas de seguir en la rutina. ¿Puede llegar un ser vivo a ser tan degradado y humillado?  La respuesta está reflejada en su rostro. No lleva más de 5 años encerrado pero pareciera que no aguantará un año más.

Es la segunda hora pasando el mediodía. Quizá está algo relajado, ya que el gentío está en hora de almuerzo; aprovecha para realizar algunos ejercicios porque parece que no quiere perder el físico, aunque ya no lo tenga. Da un par de vueltas en el reducido espacio en el que se encuentra, y como un asmático se le entrecorta la respiración.

Sabe que la muchedumbre regresará, así que decide echarse. Tal parece que su plan es aburrirlos hasta que se vayan, ya que no tiene ánimos de ser una “atracción” más que le regalará sonrisas. Es el rey y quiere hacerse respetar.

No hace gran cosa hasta las cuatro de la tarde, solo levantarse una que otra vez a dar vueltas en su aislamiento o tomar agua de un charco. Esperará a que cierre el parque, no falta mucho.

La gente que se acerca cada vez es menos. Tal vez esto incremente su vergüenza  y deshonra, pero al menos estará un poco más tranquilo. Las noches serán testigos de su amargura, melancolía y pesimismo, ya que no gobierna sobre nadie y ya nadie le teme. Se le cayó la corona al rey y solo le queda el sinsabor del enclaustramiento.

 La incomodidad del rey reflejada en su mirada.


Escribe  Enrique RODRÍGUEZ

3 comentarios:

Anónimo dijo...

me encanto mucho, en serio que esta buena!

Anónimo dijo...

esta buena.. understand.!

Anónimo dijo...

¿La niña corte hongo no era Dora?

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