viernes, 17 de octubre de 2014

FE, DEVOCIÓN Y AMOR

FE, DEVOCIÓN Y AMOR

Parece que fue ayer cuando el Señor de los Milagros salió por las calles limeñas, el año pasado. El tiempo pasó muy rápido, y ahora, 4 de octubre de 2014, los fieles se reúnen otra vez frente a la puerta del convento de las Nazarenas en la avenida Tacna para esperar la salida del Cristo de Pachacamilla. Muchas miradas, con ojos brillosos, esperan con mucha emoción contemplar la imagen del redentor, el cual  dio su vida por nosotros para salvarnos del pecado y la condenación eterna.
Suenan las campanas. Se escuchan cánticos de plegarias, aplausos por doquier. Ya es el medio día. Lágrimas brotan de los ojos, oraciones del corazón suplican al Salvador les perdone sus faltas y les de la esperanza de que cada día será un  tiempo mejor.
Las puertas se abren y dan paso a las sagradas andas del Cristo morado. Avanzan los hermanos entre nubes de incienso y al compás de la banda.
En medio de turrones, anticuchos, picarones y de lejos una canción criolla, empezó la fiesta del Señor. La sagrada imagen  se adelanta y los globos, serpentinas, picapica y bombardas retumbas las calles limeñas.
Mares humanos pintados de esperanza y devoción avanzan lentamente con la procesión. Son más de 400 años de tradición que nunca terminará, porque la fe, el amor y la emoción fortalecen  nuestro corazón.
Son miles de milagros concedidos como el de aquella mujer paralítica o la de aquel hombre ciego, el niño enfermo, el desamparo del desprotegido que pide que no los abandones nunca.
La ley del momento reconoce al Señor de los Milagros como el verdadero juez de la vida y le rinde pleitesía mientras el mar morado avanza  a su lado.

Cuanta fe y devoción se ven en las calles teñidas de blanco y morado, y tras el paso  del Señor de los Milagros. Casi son las 3 de la tarde y las pistas, colmadas con alfombras multicolores, también se entregan a la devoción. La gente, sostenida de la soga, escucha la banda de música  y mira  a los hermanos de la cuadrilla 11, que son quienes lo cargan  en su primera salida  por las calles, desde la Av. Tacna y Emancipación, para llegar a la casa  de la hermandad.
Los aplausos son inevitables. Cae la soga y todos los hermanos de las 22 cuadrillas que conforman la hermandad se entre mezclan para ser uno en este  homenaje que le rinden las autoridades. Los discursos son muchos, pero entre todos los  escuchados, uno es el que resalta: el del mayordomo general, quien -en un tono muy enérgico- dice: “hermanos unidos, todos, porque la unión hace la fuerza y eso es lo que el Señor de los Milagros quiere”.
Luego, se escuchan las dos campanadas  que anuncian que el Señor de los Milagros reanuda otra vez la procesión. Lejos se podía ver una gran masa que se acerca lentamente liderando la imagen del Señor de los Milagros y con sus devotos detrás de él algunos están arrojando flores y otros, llorándole, pidiendo por su salud, por su negocio. A medida que va avanzando el Señor de los Milagros, la gente se va acumulando. Es todo un caos. Algunas personas caen por falta de oxígeno; otros, de rodillas, claman por un milagro.
Las ambulancias avanzan junto con la procesión. El reloj marca casi las 8 de la noche y de regreso, por la Av. Tacna, también puede apreciarse cómo los encargados de algunos locales colocaban algunas gigantografías con el Señor de los Milagros y le pedían toda su bendición. Otros hacían unos dibujos encima de la pista, pero todos con la misma intención rendirle pleitesía.
Las campanas de la iglesia de Las Nazarenas retumban y sus ecos se escuchan por todas las calles de esa Lima que lo recibe cada año derramando  toda su fe, amor y devoción.

Entre ambulantes y todos aquellos que no solo van con devoción, termina así una salida  que se espera todos los años.
Las puertas se abren y el Señor de los Milagros entra al templo de las Nazarenas para guarnecerse. Los hermanos que lo cargan esperan parados la misa que es solo para la hermandad.
Los días pasarán y la segunda salida estará repleta de otro mar de gente que solo llega al antiguo barrio de Pachacamilla  a pedir al Señor de los Milagros  entre llantos y alzando sus manos para tocar las andas, que no los abandone y que derrame, en ellos, sus bendiciones.
Octubre es el mes que Dios escogió para que el Cristo de Pachacamilla  derrame sus bendiciones. Y pensar que todo empezó con un terremoto y hoy se le considera la manifestación religiosa más grande de todo el mundo. Miles de personas viene desde lejos, desde los confines de la tierra simplemente para verlo recorrer las calles de lima, esa lima que derrama lágrimas de emoción con su señor Cristo moreno.



Escribe  Christian GALARCEP



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