viernes, 24 de octubre de 2014

UN HÉROE EN LA VIDA REAL

Un héroe en la vida real
Crónica de la abnegación de un joven peruano en Barcelona


Las personas más distintas entre sí se juntan, no porque era su destino conocerse, a veces sólo se juntan para descubrir que no hay color negro si no hay blanco y que sin la luz no podrían existir las sombras.


En un departamento en la ciudad de Barcelona, vivían un grupo de personajes totalmente diferentes entre sí. Los dueños del inmueble eran una pareja de bolivianos quechuahablantes muy joviales y con dos pequeños de rasgos toscos, piel morena y cabello negro muy puntiagudo.

Otra habitación es testigo de los amoríos de dos argentinos recién casados que se buscan la vida en la ciudad catalana y en una esquina una madre e hijo de nacionalidad peruana viven, día a día, la difícil tarea de mejorar su economía.

Existen dos habitaciones más en el pequeño departamento. Ambas tienen inquilinos interesantes y enigmáticos. En una vive un nigeriano de piel morena y cabello rizado, devoto al Islam y muy estricto a la hora de hacer sus oraciones matutinas siempre vistiendo la respectiva indumentaria con esa toga de colores llamativos.

Por otro lado, está la otra cara de la moneda. Es un esloveno alto y delgado hasta los huesos. Rubio, de ojos azules y con cicatrices profundas en el rostro y quizás en el cuerpo. Cojea de una pierna por una severa lesión en las rodillas y un accidente, en la fábrica donde era empleado. Ello le dejó una mano inutilizada y una pensión de por vida.

A la hora de celebrar, argentinos, bolivianos y peruanos se juntaban para tomar sus frías cervezas recién compradas de la tienda del Marroquí de la esquina, pero los dos personajes, antes mencionados, tenían formas diferentes de ver una festividad.

El moreno, seguro en sus creencias, prefería abstenerse al licor. Rechazaba la oferta de la bebida fría con su español combinado con un francés africano. Él prefería tomar una rica taza de café caliente. Era fuera de este mundo como podía sujetar con ambas manos la taza de metal burbujeante recién servida de la tetera. Él se unía a la celebración con cierto pudor, pero con claro respeto.

No había día que el esloveno no festejara, siempre tomando y gritando en su idioma natal o en un alemán tosco y a veces en un inglés indescifrable. No hay que mal interpretarlo, la razón de tomar exageradamente era porque había perdido todo después de perder la movilidad de su mano, esposa, hijos, carrera y futuro. Ahora sólo le quedaba llorar y dejarle sus penas al alcohol.


En el momento en que un suceso extraordinario ocurre en tu vida y eres apto de ayudar a otro ser humano, es cuando dejas de preocuparte de ti mismo y comienzas a pensar desinteresadamente.


El beber no es algo negativo si se hace conciencia y midiendo las botellas y los vasos tomados. Sin embargo, cuando tu vida te es hecha pedazos es difícil encontrar un equilibrio entre lo sabio y lo absurdo.

Era de noche y el esloveno tenía hambre. Se había encerrado en su habitación con los mejores amigos que pudo encontrar el Sr. Vodka y su esposa Doña tequila.

Ebrio hasta el último cabello, se dirigió a la cocina. La noche anterior había comprado patatas y se disponía a freír algunas. Cogió el cuchillo y se dispuso a pelar y cortar.

A pesar de que el departamento tuviera una cantidad exagerada de inquilinos, en ese momento sólo se encontraban el joven peruano y el esloveno.

El sudamericano tendría no menos de dieciocho años y como regularmente lo hacía estaba conectado a un juego online. Fue instantáneo el susto cuando escuchó gritar al hombre en la cocina.

El alarido no fue el típico grito vikingo que daba el esloveno cuando bebía demás, esta vez denotaba un inmenso dolor. Por instinto el chico dejó su laptop y abrió la puerta de su habitación, fue tan rápida su reacción que sólo se percató que no tenía calzado cuando la planta de sus pies sintió lo frío del suelo y lo húmedo del charco de sangre que dejaba el dedo del esloveno.

Por la diferencia de idiomas, fue difícil la comunicación, pero cuando pasan acontecimientos de esta índole no hay necesidad de gesticular palabras del mismo idioma.

El joven vio el rastro que había dejado el herido nórdico a través de la cocina, su habitación y toda la sala. Era la primera vez que él veía esa cantidad de sangre. Sin dudarlo y teniendo conocimientos básicos de qué hacer, volvió a su habitación y cogió lo necesario para atender a su paciente.

Era claro que el corte necesitaba puntos, la sangre no se detenía y, una a una, las gasas se acababan. El peruano tuvo miedo de que el gran hombre se desmayara por la pérdida de sangre, pero de un momento a otro, y gracias a un torniquete improvisado, la hemorragia se detuvo.

El esloveno se sentó en el sillón mientras el joven limpiaba todo el desastre con legía y mucha agua. Cuando terminó de dejar la cama libre del líquido rojo, el hombre adolorido se echó a dormir diciendo: “Gracias” con su español mal dicho.

La travesía había acabado para el muchacho, pero la impresión seguía en él. Entró a su baño y al momento de querer lavarse el rostro, se percató de la sangre en sus manos. Era demasiada, era tanta que necesitó limpiarlas varias veces con agua y detergente. Terminó de limpiarse completamente y volvió a su alcoba.

Dentro se sentó en su cama y comenzó a temblar. Había ayudado a alguien, pero arriesgando su propia vida. Pensó en la enorme cantidad de enfermedades que pudo tener y aun así nunca dudó que lo hecho estuvo bien.

El sentimiento de soledad abarcó el corazón del joven. Todo su mundo estaba en Perú, sus amigos, su familia, su hogar y su madre, que estaba en España con él, trabaja hasta tarde.

Las lágrimas ya empezaban a salir cuando dos golpes retumbaron en la puerta de la habitación. El peruano salió temeroso y, al abrir, vio al gran hombre moreno de Nigeria, éste casi instantáneamente lo abrazó.

La muestra de cariño le recordó los abrazos tiernos que le daba su papá cuando peleaba con sus hermanos y lo hizo sentir en casa. “Bien hecho amigo”, dijo el hombre despidiéndose “Alá esté contigo”.

Ambos personajes salieron por la puerta principal y se dirigieron al hospital. El joven no lo supo de inmediato, pero su ayuda permitió que el esloveno no muera desangrado.



En la vida hay momentos en que el mundo deja de ser sólo para ti y comienzas a entender que existen otros seres vivos a tu alrededor. Personas que tú necesitas y, especialmente, personas necesitan tu ayuda.




Escribe  Erick GUERRA

2 comentarios:

Unknown dijo...

Actuar sin pensar, deriva a dos personas, los idiotas y los héroes, estos dos actúan sin reflexionar, pero la diferencia entre ellos es el efecto qe causa su "no pensar" , felicidades héroe!

Claudia Paucar Diosis dijo...

Yo sé, que tu eres un héroe, Erick. Muy buen trabajo. Sigue escribiendo tan bien, así como siempre lo haces. Éxitos amigo.

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