A LA PARADA

A La Parada

A siete meses del desalojo del mercado de La Parada, las calles se ven raras sin ningún ambulante vendiendo piezas de Esto es Guerra o la señito vendiendo su higadito frito, los señores gritando: “micas a dos por un sol; aproveche la promoción para su celular o Tablet”.

Caminar tranquilo sin tener que pasar la mano cada cinco segundos por los bolsillos para ver si es que todavía está el celular o si no han sacado la billetera, en cierta parte, es bueno, pero también es triste al pasar por los lugares y todavía ver los pesados bloques de concreto  y residuos de la gresca que se formó entre policías y vándalos  que acabó en  tragedia con un policía herido y con el sacrificio de una hermosa  yegua de nombre “Lamar”.

Al parecer, de a pocos, la gente del lugar ha ido entendiendo qué es lo mejor para ellos, ya que el ya inaugurado Mercado de Santa Anita es una muy buena opción, pues cuenta con todo los implementos necesarios, es más aséptico y está más ordenado, y tiene más espacio para caminar y no chocarse con otras personas.

El nuevo Mercado también ofrece seguridad, agencias bancarias e higiene y limpieza en los puestos de venta. El gerente del Mercado de Santa Anita ha hecho un trato con los del serenazgo para que dos patrullas circulen por el lugar todos los días, hasta el cierre del Mercado.

Son las 8 de las mañana en el mercado de Santa Anita y ya empiezan a llegar las amas de casa y los minoristas para realizar su compra diaria, con su bolsa en mano y otras con su carrito para no malograrse el hombro. Cada una tiene su casero y va de frente al  puesto donde suele comprar, con lista en mano.

La señora Diana es una minorista que tiene su tiendita de abarrotes. Ella se levanta a las 5 de la mañana para agarrar las mejores frutas y tubérculos del puesto del señor Javier. Saca su lista de lo que va a llevar  y le hace el pedido: cebollas, tomates, papas, fresas, etc. Llega el momento en que esta minorista le pide que le saque la cuenta de todo y  es cuando hace honores a su diplomado en administración y  le dice: “pero con su descuento casero”.

El reloj esta por  marcar las 11 de la mañana y el encargado de dar los mensajes por el megáfono anuncia que ya está todo listo para comenzar con el noveno festival de la cebolla, ajos y maíz morado.

Los vendedores se alistan para el evento y van cerrando sus locales para dirigirse al lugar central. La fiesta se matiza con un concurso gastronómico y degustación de diferentes  platillos, danzas, canciones y demás expresiones jubilares hacen amena la fiesta.

Hace su entrada Juan Carlos Luque, el gerente de Empresa Municipal de Mercados (EMMSA), agradeciendo al apoyo de la municipalidad de Santa Anita y dando estadísticas: anualmente al mercado ingresa más de 294 mil toneladas entre cebolla, ajos y maíz morado, y que este año la meta es llegar a más de los 350 mil.

Luego del discurso, dio pase para que se iniciara el pasacalle con estatuas vivientes y danzas que representaban las tres regiones del Perú. Parecía el corso de Wong.

Al término del pasacalle, empezó la competencia de gastronomía con una variedad de platillos, de los cuales los más resaltantes eran el ceviche, choritos a la chalaca y  mazamorra morada. Al evento habían asistido los especialistas de gastrotour (empresa de gastronomía) para calificar la mejor mazamorra morada.

La señora Valenti era la preferida por la gente, quien ya se había llevado por tercera vez el premio  a la mejor mazamorra y hoy se iba por la cuarta.

Ya está por anochecer y se escuchan los gritos de las vendedoras: “cervezas a 5 soles”. En menos de 5 minutos, el puesto de cervezas ya estaba lleno y llega el grupo El lobo y la Sociedad Privada para animar la fiesta con sus canciones.

Los presentes forman sus grupos y empiezan a deletrear las canciones: “dispara de una vez, directo al corazón, dispara de una vez”. Todos vociferan que de aquí no se van hasta el día siguiente.

Escribe  Gian Carlo VELASQUEZ