AMAR A LA VIDA SIN VERLA

Entrevista interpretativa a un docente que perdió la vista hace 30 años

Amar a la vida sin verla

En un pupitre marrón del colegio José Olaya Balanbra, en Chorrillos, se apoya José Arturo Bocanegra Caballero, un docente, de cabellera blanca muy prematura y ojos cubiertos con lentes oscuros. Patty, la delegada que lo acompaña en esta hora de clase está acostumbrada a llevarlo con paciencia a otros salones, aunque en realidad, el profesor con la firmeza que tiene al caminar solo hace falta indicarle cuando subir o bajar escalones. Lo demás está dibujado y coloreado en su mente.

Pepito, como lo llaman sus familiares y amigos, sufrió un accidente de tránsito que lo dejó con los huesos de la cara fracturados y los ojos estallados cuando tenía 30 años: _ Salí temprano de mi trabajo y fui a una fiesta. Al regresar nos estrellamos contra el muro de contención de la Vía Expresa_ contaba con seguridad. Sus recuerdos eran frescos, como si hubiera sido ayer.

_Estaba sin conocimiento, algunos pensaron que estaba muerto, pero un médico se dio cuenta que estaba respirando y me dio auxilio. Desperté a las 11 a.m. y por los ruidos sentía que estaba en un hospital. Al estar consciente, di el número de mi casa y vinieron mis padres.

_Estuve internado catorce semanas_ me contaba, tiempo en el que le reconstruyeron el rostro y a pesar de los innumerables e incontenibles chorros de sangre que salieron, él siguió aferrándose a la vida, incluso después de que el capellán del hospital fue a darle los santos óleos.

¿Estaba Casado? No, ni casado ni cansado_ dijo sonriendo, y fue así como asistió a un centro de rehabilitación, donde le enseñarían cómo aprender a ver sin los ojos. Ahí entendió y aprendió que si hay barreras en la carretera, la única opción es evitarlas, si no lo haces te estancas.

José Arturo, antes del accidente, se desempeñaba como contador público y es el mayor de cuatro hermanos y, como tal, debía dar el ejemplo de superación. Por ser hijo mayor era imperdonable dejarse vencer y quedarse estampado en un solo lugar, dejando pasar el sabor de la victoria.

En el año de rehabilitación conoció a personas con historias diferentes: _ Fue muy conmovedor ver a una familia de cuatro hermanos ciegos, dos mujeres y dos varones y uno además de ser invidente tenía enfermedades mentales. Sucedió porque uno de los padres había tenido sífilis. Si lo hubieran sabido a tiempo, quizá ya no hubieran tenido más hijos, si no uno o dos_ decía Pepito con el corazón.

Ahí conoció casos afligidos, pero con gente satisfecha y feliz de aun tener la oportunidad de seguir aprendiendo en un mundo totalmente diferente, donde en la oscuridad se puede pintar e iluminar con más facilidad. Eran discapacitadas, pero no imposibilitadas de ir a la universidad, así que se dijo: ¿Por qué yo no?

_Entendí que un contador invidente no iba a sacar un balance  ni nada, así que decidí ser profesor.

¿Cómo hacía con sus clases? Él no resultó ligero para el braille, pero usó como técnica grabar una a  una las clases y en casa. Con ayuda de su máquina de escribir, hacía los resúmenes. Así aprendía doble.

_ Cuando a un catedrático se le incendió su biblioteca, yo  le presté todas clases que había resumido_ dijo con mucho entusiasmo. Es que claro, le salvó la vida a fin de ciclo. Cabe resaltar que sin la ayuda de su padre, que le grabó uno a uno los libros que necesitaba en la universidad para luego transcribirlos, no hubiera logrado resaltar en el centro de estudios.

¿Pero que pasa después de terminar la universidad?, Si a una persona sin imposibilidad alguna  le es dificultoso encontrar trabajo ¿Qué sucedía con los discapacitados? Pepe, sabía perfectamente a que se atenía.

_La  directora del centro educativo no me aceptó, dijo que debería ir a un colegio para personas discapacitadas. Así que después de veinte minutos de escuchar el preámbulo que hacía para poder no  recibirme, tomé un taxi y fui al Congreso para hacer valer mis derechos_ narró el profesor Bocanegra. Así es, no importa cuál sea la discapacidad. Mientras uno esté bien informado, se tiene la capacidad de defenderte con propiedad.

Y en la calle ¿Se detendría esas máquinas de cuatro llantas para dejar pasar a un invidente? ¿Cuánta indiferencia hay afuera? _En la calle no hay discriminación. “Aquí los peruanos son muy generosos”, decían mis amigos extranjeros invidentes, te ayudan a cruzar la pista.

Pepe tuvo la suerte de tener siempre a alguien que fuera sus ojos en las crueles calles limeñas donde muchas veces los invidentes se han quedado hablándole al aire, y cuando alguno le ha respondido, no puede evitar el “allá” “acá” o “ahí” olvidando que aquella persona no puede ver.

Ante la pregunta de cómo llegó a casarse con una persona que sí puede ver, dijo entre risas:_ ¿Mi esposa o espesa?

 Los ojos de José son los de su esposa, la que lo ha acompañado incondicionalmente y a pesar de la oposición, al principio de su familia, están juntos, amándose sin arrepentimiento Y luego agregó: _Ella  sabía que a pesar de mi discapacidad no la iba a defraudar.

Así es. Pepe no ha dejado de darle una vida de calidad. Como él dice: “Lo que yo prometo, no dejo de cumplirlo”. José Arturo ve la vida con alegría. Va al cine a escuchar las películas, aunque él dice que va a verlas. También “ve” la televisión.

Al despedirse dice: “Ahí nos vemos”, es que claro no por ser ciego deja de usar las mismas frases que los demás. Y muchas veces bromea con sus alumnos, cuando no los oye o piensa que no asistieron a clase, diciéndoles: “Perdón, es que no te vi”, con la misma elocuencia de siempre.

_Uno tiene que saber vencer las barreras porque si tú no te integras a la sociedad, es muy difícil que la sociedad te integre.  Muchos han esperado eso. No pusieron nada de su parte y se quedaron de lado_ aconseja José Arturo, y es que claro si no te curas de los daños, nadie vendrá a curártelos.  Y si alguna vez hay alguna pena en nuestra alma, seamos tan valientes como aquellos que aman la vida sin verla.

"El prof. Bocanegra junto a su esposa"

Escribe  Jessica TORRES