lunes, 17 de noviembre de 2014

ARTE Y ENCANTO EN EL CUERPO DE LA MUJER

El escenario era solo una cochera de una casa grande, en la Av. Arequipa.  La escenografía estaba vestida tan solo de unas telas azules y blancas, pero ella era la luz en medio de todo. Era una tarde de octubre y Sandra Bonomini realizaría el debut de Kiwo (man), una puesta en escena unipersonal.
El recibidor estaba integrado por el mini bar, una mesa mediana de madera y un labrador negro que paseaba entre los asistentes. Ella se hallaba sobre la pasarela, una extensa tela blanca, y al centro de esta  un bowl con kiwis. 
Todos buscaban el mejor ángulo para situarse. A las 21:00 hrs., apagaron todos los fluorescentes, salvo dos de ellos que nos permitieron disfrutar la función bajo el nostálgico silencio de la noche.
Sandra llevaba puesto unos tacones que realzaban su escultural figura, un vestido que marcaba cada una de sus curvas, un bolero que le cubría los brazos, y su cabellera lucía como la de la inigualable reina de Egipto. 
Estática, como una muñeca de porcelana, totalmente de negro, no emanaba dulzura con sus gélidas expresiones, sino frialdad y sensualidad a la vez. Se comenzó a desplazar por el pedazo de salón que le habían designado. 
Se detuvo y sedujo a los espectadores bordeando cada parte de su anatomía, lentamente. Al mismo tiempo, introducía algunos frutos en su trusa. Tocaba su rostro suavemente, como si acariciara el de un neonato. Su mente divagaba, pues parecía estar volando en las nubes. 
Cautelosamente, como una flor, fue despojándose de su bolero. Lo dejó caer. Tomó sus pechos, y los fusionó, masajeándolos y acomodándolos. En medio de la tela, elevó su falda y dejó que la gravedad actúe en los kiwis que fueron exprimidos dentro de ella, para colocarse otro par más en su lugar. Se contorneaba de lado a lado, movía aquella pequeña cintura para que estos no la incomoden. 
El público estaba absorto por tanta frialdad. No tenía reacción alguna cuando la contemplaban como una diosa del Olimpo. Ella solo atinaba a desplumarse.
Deslizó su vestido, hombro por hombro. Los flashes comenzaron a hacer sentir su presencia, las pupilas se dilataban y los cuerpos de los presentes se convirtieron en simples títeres de aquella divinidad. Terminó por dejar que descendieran las telas y se inmovilizó al quedar solo con su ropa interior, abultada por haber exprimido aquel alimento. 
Sobre su piel reposaban los fluidos del jugoso fruto. Ella seguía en su andar con un vaivén interminable, cogiendo los alimentos verdes que persistía en introducir en sus genitales. Cuando por fin decidió quitarse el corpiño, sujetó y presionó, con una agresividad  inigualable, aquellos duraznos que enaltecían su figura. 
La incertidumbre asaltó la sala por completo. Cómo era posible lograr estar en el limbo sin dejar de pisar tierra, y era que ninguno de los concurrentes estaba en ella. Las cámaras lograron iluminar aquel escenario cubierto de penumbra por aquella dama que transformó su cuerpo en un guante más. 
Nos convertimos en testigos de su metamorfosis, inexplicable, en un paso más que solo almacenaba almas cautivadas por tanta poción que nos dio a través de sus pasos.
Suavemente, dejó que la ley de la atracción se llevara el top. Su delicadeza, el encanto, su mirada exánime, la volvieron el canto de las ninfas hecho realidad. En el transcurso de sus movimientos, los kiwis caían de sus brazos, cuello, miembro sexual, deshechos por la fuerza que llegó a ejercer en ellos.
Poco a poco, se apoderó del salón cuando dejó de lado los tacos y nos dio la facultad de verla tal y como es. Expresar tu interioridad no es tan asequible como parece. Mostrar ese terreno único de la intimidad que está conexo a tu responsabilidad, el instinto de resguardarte, exteriorizar tu ente, se vuelve una situación un tanto espinosa y ardiente a la vez.
El público quedó perplejo por ver cómo se va desplomando aquella armazón que quedó. Tomó un fruto por cada mano como si fueran arena. Se recostó sintiendo cada una de sus extremidades desprenderse como hojas al viento en una tarde fría de otoño. Su pestañeo intangible dio pase a que sea más evidente el cierre de sus ojos como si fuera a dormitar. 
Su rostro lucía petrificado al igual que su cuerpo. Este, en posición fetal, lograba derrochar la armonía celestial sobre la inmundicia en la que subsistimos. La interacción que se llevó acabo, se consumó en su totalidad. No hubo más extractos ni sensaciones subliminales que nos llevaran al clímax. Ya no penetrarían las miles de percepciones que se tuvieron durante el proceso. Sandra  solo permaneció en la manta impura a causa de toda la escoria que había desechado en ella. En realidad, creo que no fue Bonomini la que yacía inmóvil, sino que simplemente era un caparazón del que la tortuga se liberó. Se desprendió y aniquiló toda morbosidad para trocarla en arte.



"Foto publicitaria de la presentación de Bonomini".



"Quedó completamente desnuda, hasta exportar su alma".




Escribe  Jazmín PAREDES

9 comentarios:

Claudia Paucar Diosis dijo...

UNA VERDADERA EXPRESIÓN DE ARTE PARA QUIEN LO SABE VALORAR. BUEN TRABAJO JAZMÍN.

Anónimo dijo...

Cuando no tu haciendo trabajos excelentes, siempre me impresionas y lo seguirás haciendo. Buen trabajo Jazmín.

Anónimo dijo...

Me encanto la delgada linea que encontraste entre lo que es arte y lo que es morbo sexual ambos rompiendose en un contraste que supiste escribir. Excelente !!

Gabriel Arias Ramos dijo...

Una forma sutil a base de actos de querer mostrar su ser más profundo por medio del arte corporal.
Excelente trabajo Jazz!!!!

Unknown dijo...

La forma en que redactas engatuza. Muestras laverdadera belleza del cuerpo desnudo de la mujer sin dejar de ser arte. Muy buen trabajo

Unknown dijo...

Me gusto mucho :) !

comunicadores 2013 dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Unknown dijo...

Menos mal que aún nos queda la frescura y el encanto de unas imágenes que nos transmiten que todavía, entre nosotros, queda algo artístico, algo vivo, algo valioso, algo por lo que vale la pena ilusionarse... Es el cuerpo femenino, cuerpo inocente todavía, cuerpo que nos confirma una y otra vez que todavía existe la Vida en nuestra piel de Toro, dijo el Griego Estrabón.
Jaz me encantó. Felicitaciones, un excelente trabajo.

LuisGhost dijo...

Una ves que empece a leer esto, no paré hasta terminarlo... la forma tan poetica en la que se describe esta excelente pieza de arte es totalmente unica

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