PRESIDENTA DE MESA

Presidenta de mesa

¿Alguna vez han sido miembros de mesa? Tal vez los que sí fueron podrían decir que es una pérdida de tiempo y pasaron la tarde más aburrida de sus vidas. Ver pasar gente, una tras otra mientras tanto permaneces sentado con ganas de comerte hasta el empaque de galleta soda que seguramente les dieron.

Siete  de la mañana, y todos los carros “como nunca” transcurrían en total alboroto. Para llegar a su centro de votación, habría que hacer mil y un malabar. Cruzar punta a punta, treparse a las combis que se desbordaban de gente como carga de vacas y  ovejas se tratara. En este juego habían dos opciones: te trepas a la combi o no llegas a votar.  Entonces la primera opción parecía la más tentadora.

Al llegar al centro de votación, señoritas con chaleco de la ONPE, amablemente te abren paso, porque claro está eres importante, presidenta; en tu mesa número 270172, pero lo eres. Te guían a tu lugar para mantenerte sentada. Siete y media de la mañana, y no traen los implementos para armar la mesa de sufragio. El esfuerzo de levantarte temprano, fue echado por la borda al ver que  la mesa de a lado llegan ocho y quince. Seguramente ellos si desayunaron.

La cola de gente se hace más grande cada minuto y la impaciencia crece y crece. Ocho y veinte, las señoritas de la ONPE, al fin, se acercan con las ánforas para armar la mesa de votación. Secretaria, Tercer miembro, y la flamante presidenta arman rápidamente el mostrador  como flash. Mientras que los votantes ayudan con sus alharacas, el tercer miembro y la secretaria (muy jóvenes) tienen todo listo para que el sufragio comience oficialmente.

Por ser la afortunada presidenta, mi labor en ese momento era firmar las cincuenta primeras actas. Así empezó la votación, pasaba uno a votar y la presidenta seguía con las firmas. Pasó otro votante y seguía con las firmas. Y así paso media hora y seguía con las firmas. El reloj ya marcaba las nueve de la mañana, y parece que hubiera transcurrido mi vida entera en firmar las  actas.

Pero en un momento de tranquilidad, decidimos poner música para matar el aburrimiento. Esto nos motivó a tener la sonrisa de oreja a oreja. Los votantes que llegaban de ahí en adelante, serían los afortunados en recibir nuestras bromas. Y  Así pasó con Cristofer un adolescente de 18 años, que recibió su regalo de su primera votación.

Era  un chico delgado como un poste, con el peinado  del pájaro loco, y sonrisa pícara, al llegar emocionado a votar, cruelmente la secretaria en confabulación  con nosotros, le dijo seriamente mirándolo a los ojos: “AQUÍ NO TE TOCA BOTAR”.

El chico de sonrisa pícara paso a tener una tremenda cara de preocupación, angustia y quedo pasmado. Su rostro originó la risa de los todos los miembros, y en el también.

Así pasaron uno tras otro los votantes y seguíamos con los juegos y bromas. Y de broma en broma, a una de los votantes al ponerle el holograma (mi única tarea), se pegó en otro lado de su DNI, y por suerte no se dio cuenta. Y nerviosamente le dijimos “regrese pronto”, y se fue con la sonrisa en el rostro.

Llegaron sin pensarlo las 4:30 de la tarde y era hora de cerrar la mesa y contar los votos. Uno a uno contamos los votos delante de los personeros que corroboraban cada voto con sus ojos tan abiertos que pareciera que en cualquier momento saltarían a la mesa.

Terminamos exhaustas, agradecidas a nuestros profesores de primaria por enseñarnos a sumar, de lo contrario, hubiera sido toda una odisea esos momentos en que los personeros obligaron a sumar por segunda vez. La hora se transcurría lenta, y asi ya eran las 6:00pm y al fin salimos de ese colegio. En donde se dio mi primera votación.

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Escribe  Claudia PAUCAR