miércoles, 22 de octubre de 2014

MIRADAS QUE CONTEMPLAN UN GRAN PANORAMA

Visita al Cerro San Cristóbal

MIRADAS QUE CONTEMPLAN UN GRAN PANORAMA

Místico lugar guarda un legado histórico

La mañana está en todo su esplendor. Limeños, provincianos y turistas esperan una aventura inolvidable, todos devotos con la fe clavada en el corazón. Integran un mediano y cómodo servicio móvil, más conocido como "urbanito”, que desde la Alameda Chabuca Granda, los hará viajar en el tiempo a tan solo 5 soles.
Poco o poco, las personas ocupan los asientos muy ansiosos. La canción “Inga”, de la interprete Eva Ayllón, retumba los corazones de los peruanos y alegran los oídos de los turistas.  
Después de larga espera y gracias a los alaridos de los pasajeros, con el afónico aviso de la guía, el bus parte con destino al Cerro San Cristóbal. En el trayecto, el bus cumple con el recorrido turístico – Buenos Días, mi nombre es Sara. Hoy les hablaré un poco de lo que fue Lima – dijo la guía para dar inicio al innovador trayecto.
En el recorrido, la amable señora de tez trigueña va mostrando los diferentes lugares que contienen importancia histórica, como es el santuario de Santa Rosa de Lima, que se encuentra en la longeva avenida Tacna, en donde nació la santa limeña, en 1586. En el santuario se ubica el pozo de los deseos, donde los fieles depositan sus cartas con sus peticiones, especialmente cada 30 de agosto.
Seguidamente, el río Rímac sale a la luz. Por los fuertes ruidos que hacen sus aguas al chocar con las piedras del fondo, se le conoce como el “río hablador”, nombre que probablemente fue dado por los antepasados incas. En el trayecto por este popular distrito, también conocido como el “Barrio de San Lázaro”, los pasajeros aprecian más lugares: La Alameda de los Descalzos, Plaza de Toros de Acho, Quinta de Presa, Paseo de Aguas, Capilla de Nuestra Señora del Rosario del Puente.
La amable y afónica Sara anuncia que se empieza a subir el gran cerro turístico. En los rostro de los viajeros se reflejaba la típica frase “lento pero seguro”, pues el caminos es demasiado empinado. En aquel momento, los nervios se apoderan de cada milímetro de piel, pero eso no impide que se diera paso a la emoción. El Cerro San Cristóbal se evidencia en todo su fulgor.
Reina la emoción. Los viajeros se muestran muy interesados por lo que sus ojos veían. Los niños, inquietos como lombrices, hacen un sinfín de preguntas a sus padres. Los turistas tratan de entender lo que la guía daba a conocer. Para aliviar sus inquietudes, un joven traductor, que estaba entre los usuarios, les señala algunos de los lugares que ellos no comprendían. Parejas de enamorados que entrelazaban su amor, agarrados  de la mano, contemplan el bello paisaje.
Si bien todo era turísticamente hermoso, las miradas de los viajeros se cruzan con la parentela del barrio rimense del Cerro San Cristóbal. Madres abnegadas y apuradas salen para cumplir con sus labores, caminan cuidadosamente por el contorno de la vía con todo lo necesario para jornada; amigos de barrio que inician el día con anecdóticas conversaciones, alzan sus miradas con el rostro neutro. Mototaxistas, empiezan, con el pie derecho, su trabajo matutino. Al ver pasar el bus, nadie se asombra, pues ya están acostumbrados.         
El medio de trasporte hacía un esfuerzo sobre humano para llegar a la cima. El camino era casi estrecho. Sara, con gran entusiasmo, cual maestra, señalaba la primera cruz, pues a lo largo del camino el escenario iba mostrando cada una de las catorce cruces. Tienen un grandioso significado religioso. Los españoles y misioneros ascendían, desde antes de la conquista, rezando el Vía Crucis y rememorando las estaciones de Jesús. Cada primer domingo de mayo se continúa con esa tradición.
El bus por fin llega al gran mirador de la ciudad. Se exhibe un cielo casi nublado. Desde la cima, se visualiza una inolvidable vista panorámica de Lima, aunque el cielo no brinde gran ayuda. Un ambiente de paz y libertad se hace presente.
El clima friolento hace templar a los visitantes. Cuantiosas personas descienden de distintos “urbanitos”: universitarios, familias, parejas de enamorados por doquier, turistas extranjeros etc. Todos salen animosos con grandiosa expectativa.
Curiosas miradas voltean hacia una familia de provincianos devotos que llevan a cabo un pintoresco ritual. Ellos piden por la salud y el trabajo de los suyos, y agradecen al Ser Superior. De ello se encarga un chamán que, con mucha fe, realiza la singular tradición. La costumbre nunca se pierde, pues antes de la conquista los antiguos peruanos ascendían a la cima para llevar ofrendas y sacrificios a sus dioses.
Por otro lado, los recién casados se hacen presentes. Juntos posan para la foto del recuerdo al pie de la cruz. Con un virgen vestido blanco, el cabello finamente decorado y el semblante risueño, la novia coge del brazo al dichoso novio elegantemente vestido con una pequeña flor blanca en el pecho. Sus expresiones corporales manifiestan el amor que horas antes se juraron.
En medio del mirador, se aprecia la “Erminata de San Cristobal”. Muchos fieles suelen ofrendar ramos de rosas y encender velas coloridas que contienen un sinfín de deseos. Lo mismo hace un grupo de damas urbanas que conformaban una familia. Juntas se acercan a la humilde vendedora de velas, con largas polleras nativas de la región andina; una enorme canasta con diversas flores que entrelaza su brazo izquierdo, y una muestra que contiene los  significados de cada color de vela. Las mujeres, con sus respectivas velas, se alejan de la indigente mujer. Cada una, con mucha devoción, encienden sus velitas y piden sus deseos que circulan en sus mentes. Testimonios cuentan que muchos de sus anhelos han sido cumplidos.
El atardecer se hace notar. Los visitantes demuestran gran placer y tranquilidad que este lugar ofrece. Se hacen notar esas miradas clavadas hacia esta tierra del sol, con ricas montañas y hermosas tierras. Entre sus mentes se escucha “¡Este es mi Perú!”.

Cumplida la magnífica experiencia, los turistas a pasos lentos y con una notable sonrisa ascienden al “urbanito” satisfechos con la visita. El bus parte de regreso. Sara muestra su agradecimiento sincero hacia todos los presentes. El semblante de cada viajero evidencia grandes ansias de llegar al punto de partida para poder seguir recorriendo la histórica lima.   

La cruz que fue sustituida durante el gobierno del presidente 
José Balta la cruz por una de encajes de fierro colado.


Mirador del Cerro San Cristóbal http://www.criollosperuanos.com/


 Escribe  Mariela VELA



5 comentarios:

María dijo...

Muy bueno! Mari te felicito

Unknown dijo...

Buen trabajo Mariela!
Haz mejorado mucho... sigue asi

carlos dijo...

Me encanto, esta buenisimo

Emilie dijo...

Me sentí en el lugar que describes... y eso es lo que se quiere lograr. Felicidades

Anónimo dijo...

me gustò !! sigue asì

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