Visita al Cerro San
Cristóbal
MIRADAS QUE CONTEMPLAN UN GRAN PANORAMA
Místico lugar guarda un
legado histórico
La mañana está en todo
su esplendor. Limeños, provincianos y turistas esperan una aventura inolvidable,
todos devotos con la fe clavada en el corazón. Integran un mediano y cómodo
servicio móvil, más conocido como "urbanito”, que desde la Alameda Chabuca
Granda, los hará viajar en el tiempo a tan solo 5 soles.
Poco o poco, las
personas ocupan los asientos muy ansiosos. La canción “Inga”, de la interprete
Eva Ayllón, retumba los corazones de los peruanos y alegran los oídos de los
turistas.
Después de larga espera
y gracias a los alaridos de los pasajeros, con el afónico aviso de la guía, el
bus parte con destino al Cerro San Cristóbal. En el trayecto, el bus cumple con
el recorrido turístico – Buenos Días, mi nombre es Sara. Hoy les hablaré un
poco de lo que fue Lima – dijo la guía para dar inicio al innovador trayecto.
En el recorrido, la
amable señora de tez trigueña va mostrando los diferentes lugares que contienen
importancia histórica, como es el santuario de Santa Rosa de Lima, que se
encuentra en la longeva avenida Tacna, en donde nació la santa limeña, en 1586.
En el santuario se ubica el pozo de los deseos, donde los fieles depositan sus
cartas con sus peticiones, especialmente cada 30 de agosto.
Seguidamente, el río
Rímac sale a la luz. Por los fuertes ruidos que hacen sus aguas al chocar con
las piedras del fondo, se le conoce como el “río hablador”, nombre que
probablemente fue dado por los antepasados incas. En el trayecto por este
popular distrito, también conocido como el “Barrio de San Lázaro”, los
pasajeros aprecian más lugares: La Alameda de los Descalzos, Plaza de Toros de
Acho, Quinta de Presa, Paseo de Aguas, Capilla de Nuestra Señora del Rosario
del Puente.
La amable y afónica
Sara anuncia que se empieza a subir el gran cerro turístico. En los rostro de
los viajeros se reflejaba la típica frase “lento pero seguro”, pues el caminos es
demasiado empinado. En aquel momento, los nervios se apoderan de cada milímetro
de piel, pero eso no impide que se diera paso a la emoción. El Cerro San
Cristóbal se evidencia en todo su fulgor.
Reina la emoción. Los viajeros
se muestran muy interesados por lo que sus ojos veían. Los niños, inquietos
como lombrices, hacen un sinfín de preguntas a sus padres. Los turistas tratan
de entender lo que la guía daba a conocer. Para aliviar sus inquietudes, un joven
traductor, que estaba entre los usuarios, les señala algunos de los lugares que
ellos no comprendían. Parejas de enamorados que entrelazaban su amor, agarrados
de la mano, contemplan el bello paisaje.
Si bien todo era
turísticamente hermoso, las miradas de los viajeros se cruzan con la parentela
del barrio rimense del Cerro San Cristóbal. Madres abnegadas y apuradas salen
para cumplir con sus labores, caminan cuidadosamente por el contorno de la vía
con todo lo necesario para jornada; amigos de barrio que inician el día con
anecdóticas conversaciones, alzan sus miradas con el rostro neutro.
Mototaxistas, empiezan, con el pie derecho, su trabajo matutino. Al ver pasar
el bus, nadie se asombra, pues ya están acostumbrados.
El medio de trasporte
hacía un esfuerzo sobre humano para llegar a la cima. El camino era casi
estrecho. Sara, con gran entusiasmo, cual maestra, señalaba la primera cruz, pues
a lo largo del camino el escenario iba mostrando cada una de las catorce
cruces. Tienen un grandioso significado religioso. Los españoles y misioneros
ascendían, desde antes de la conquista, rezando el Vía Crucis y rememorando las
estaciones de Jesús. Cada primer domingo de mayo se continúa con esa tradición.
El bus por fin llega al
gran mirador de la ciudad. Se exhibe un cielo casi nublado. Desde la cima, se
visualiza una inolvidable vista panorámica de Lima, aunque el cielo no brinde
gran ayuda. Un ambiente de paz y libertad se hace presente.
El clima friolento hace
templar a los visitantes. Cuantiosas personas descienden de distintos
“urbanitos”: universitarios, familias, parejas de enamorados por doquier,
turistas extranjeros etc. Todos salen animosos con grandiosa expectativa.
Curiosas miradas
voltean hacia una familia de provincianos devotos que llevan a cabo un
pintoresco ritual. Ellos piden por la salud y el trabajo de los suyos, y
agradecen al Ser Superior. De ello se encarga un chamán que, con mucha fe,
realiza la singular tradición. La costumbre nunca se pierde, pues antes de la conquista
los antiguos peruanos ascendían a la cima para llevar ofrendas y sacrificios a
sus dioses.
Por otro lado, los
recién casados se hacen presentes. Juntos posan para la foto del recuerdo al
pie de la cruz. Con un virgen vestido blanco, el cabello finamente decorado y
el semblante risueño, la novia coge del brazo al dichoso novio elegantemente
vestido con una pequeña flor blanca en el pecho. Sus expresiones corporales manifiestan
el amor que horas antes se juraron.
En medio del mirador,
se aprecia la “Erminata de San Cristobal”. Muchos fieles suelen ofrendar ramos
de rosas y encender velas coloridas que contienen un sinfín de deseos. Lo mismo
hace un grupo de damas urbanas que conformaban una familia. Juntas se acercan a
la humilde vendedora de velas, con largas polleras nativas de la región andina;
una enorme canasta con diversas flores que entrelaza su brazo izquierdo, y una muestra
que contiene los significados de cada
color de vela. Las mujeres, con sus respectivas velas, se alejan de la
indigente mujer. Cada una, con mucha devoción, encienden sus velitas y piden sus
deseos que circulan en sus mentes. Testimonios cuentan que muchos de sus anhelos
han sido cumplidos.
El atardecer se hace
notar. Los visitantes demuestran gran placer y tranquilidad que este lugar
ofrece. Se hacen notar esas miradas clavadas hacia esta tierra del sol, con ricas
montañas y hermosas tierras. Entre sus mentes se escucha “¡Este es mi Perú!”.
Cumplida la magnífica
experiencia, los turistas a pasos lentos y con una notable sonrisa ascienden al
“urbanito” satisfechos con la visita. El bus parte de regreso. Sara muestra su
agradecimiento sincero hacia todos los presentes. El semblante de cada viajero
evidencia grandes ansias de llegar al punto de partida para poder seguir
recorriendo la histórica lima.
La cruz que fue sustituida durante el gobierno del presidente
José Balta la cruz por una de encajes de fierro colado.
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Mirador del Cerro San Cristóbal http://www.criollosperuanos.com/
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Escribe Mariela VELA
5 comentarios:
Muy bueno! Mari te felicito
Buen trabajo Mariela!
Haz mejorado mucho... sigue asi
Me encanto, esta buenisimo
Me sentí en el lugar que describes... y eso es lo que se quiere lograr. Felicidades
me gustò !! sigue asì
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