Un héroe en la vida real
Crónica de la
abnegación de un joven peruano en Barcelona
Las personas más distintas entre sí se
juntan, no porque era su destino conocerse, a veces sólo se juntan para
descubrir que no hay color negro si no hay blanco y que sin la luz no podrían
existir las sombras.
En un departamento en la ciudad de Barcelona,
vivían un grupo de personajes totalmente diferentes entre sí. Los dueños del
inmueble eran una pareja de bolivianos quechuahablantes muy joviales y con dos
pequeños de rasgos toscos, piel morena y cabello negro muy puntiagudo.
Otra habitación es testigo de los amoríos de dos
argentinos recién casados que se buscan la vida en la ciudad catalana y en una
esquina una madre e hijo de nacionalidad peruana viven, día a día, la difícil
tarea de mejorar su economía.
Existen dos habitaciones más en el pequeño
departamento. Ambas tienen inquilinos interesantes y enigmáticos. En una vive
un nigeriano de piel morena y cabello rizado, devoto al Islam y muy estricto a
la hora de hacer sus oraciones matutinas siempre vistiendo la respectiva
indumentaria con esa toga de colores llamativos.
Por otro lado, está la otra cara de la moneda. Es
un esloveno alto y delgado hasta los huesos. Rubio, de ojos azules y con
cicatrices profundas en el rostro y quizás en el cuerpo. Cojea de una pierna
por una severa lesión en las rodillas y un accidente, en la fábrica donde era
empleado. Ello le dejó una mano inutilizada y una pensión de por vida.
A la hora de celebrar, argentinos, bolivianos y
peruanos se juntaban para tomar sus frías cervezas recién compradas de la
tienda del Marroquí de la esquina, pero los dos personajes, antes mencionados,
tenían formas diferentes de ver una festividad.
El moreno, seguro en sus creencias, prefería
abstenerse al licor. Rechazaba la oferta de la bebida fría con su español
combinado con un francés africano. Él prefería tomar una rica taza de café
caliente. Era fuera de este mundo como podía sujetar con ambas manos la taza de
metal burbujeante recién servida de la tetera. Él se unía a la celebración con
cierto pudor, pero con claro respeto.
No había día que el esloveno no festejara, siempre
tomando y gritando en su idioma natal o en un alemán tosco y a veces en un
inglés indescifrable. No hay que mal interpretarlo, la razón de tomar exageradamente
era porque había perdido todo después de perder la movilidad de su mano,
esposa, hijos, carrera y futuro. Ahora sólo le quedaba llorar y dejarle sus
penas al alcohol.
En el momento en que un suceso
extraordinario ocurre en tu vida y eres apto de ayudar a otro ser humano, es
cuando dejas de preocuparte de ti mismo y comienzas a pensar
desinteresadamente.
El beber no es algo negativo si se hace conciencia
y midiendo las botellas y los vasos tomados. Sin embargo, cuando tu vida te es
hecha pedazos es difícil encontrar un equilibrio entre lo sabio y lo absurdo.
Era de noche y el esloveno tenía hambre. Se había
encerrado en su habitación con los mejores amigos que pudo encontrar el Sr.
Vodka y su esposa Doña tequila.
Ebrio hasta el último cabello, se dirigió a la
cocina. La noche anterior había comprado patatas y se disponía a freír algunas.
Cogió el cuchillo y se dispuso a pelar y cortar.
A pesar de que el departamento tuviera una cantidad
exagerada de inquilinos, en ese momento sólo se encontraban el joven peruano y
el esloveno.
El sudamericano tendría no menos de dieciocho años
y como regularmente lo hacía estaba conectado a un juego online. Fue
instantáneo el susto cuando escuchó gritar al hombre en la cocina.
El alarido no fue el típico grito vikingo que daba
el esloveno cuando bebía demás, esta vez denotaba un inmenso dolor. Por
instinto el chico dejó su laptop y abrió la puerta de su habitación, fue tan
rápida su reacción que sólo se percató que no tenía calzado cuando la planta de
sus pies sintió lo frío del suelo y lo húmedo del charco de sangre que dejaba
el dedo del esloveno.
Por la diferencia de idiomas, fue difícil la
comunicación, pero cuando pasan acontecimientos de esta índole no hay necesidad
de gesticular palabras del mismo idioma.
El joven vio el rastro que había dejado el herido
nórdico a través de la cocina, su habitación y toda la sala. Era la primera vez
que él veía esa cantidad de sangre. Sin dudarlo y teniendo conocimientos
básicos de qué hacer, volvió a su habitación y cogió lo necesario para atender
a su paciente.
Era claro que el corte necesitaba puntos, la sangre
no se detenía y, una a una, las gasas se acababan. El peruano tuvo miedo de que
el gran hombre se desmayara por la pérdida de sangre, pero de un momento a
otro, y gracias a un torniquete improvisado, la hemorragia se detuvo.
El esloveno se sentó en el sillón mientras el joven
limpiaba todo el desastre con legía y mucha agua. Cuando terminó de dejar la
cama libre del líquido rojo, el hombre adolorido se echó a dormir diciendo:
“Gracias” con su español mal dicho.
La travesía había acabado para el muchacho, pero la
impresión seguía en él. Entró a su baño y al momento de querer lavarse el
rostro, se percató de la sangre en sus manos. Era demasiada, era tanta que
necesitó limpiarlas varias veces con agua y detergente. Terminó de limpiarse
completamente y volvió a su alcoba.
Dentro se sentó en su cama y comenzó a temblar. Había
ayudado a alguien, pero arriesgando su propia vida. Pensó en la enorme cantidad
de enfermedades que pudo tener y aun así nunca dudó que lo hecho estuvo bien.
El sentimiento de soledad abarcó el corazón del
joven. Todo su mundo estaba en Perú, sus amigos, su familia, su hogar y su
madre, que estaba en España con él, trabaja hasta tarde.
Las lágrimas ya empezaban a salir cuando dos golpes
retumbaron en la puerta de la habitación. El peruano salió temeroso y, al
abrir, vio al gran hombre moreno de Nigeria, éste casi instantáneamente lo
abrazó.
La muestra de cariño le recordó los abrazos tiernos
que le daba su papá cuando peleaba con sus hermanos y lo hizo sentir en casa.
“Bien hecho amigo”, dijo el hombre despidiéndose “Alá esté contigo”.
Ambos personajes salieron por la puerta principal y
se dirigieron al hospital. El joven no lo supo de inmediato, pero su ayuda
permitió que el esloveno no muera desangrado.
En la vida hay momentos en que el mundo
deja de ser sólo para ti y comienzas a entender que existen otros seres vivos a
tu alrededor. Personas que tú necesitas y, especialmente, personas necesitan tu
ayuda.
Escribe Erick GUERRA
2 comentarios:
Actuar sin pensar, deriva a dos personas, los idiotas y los héroes, estos dos actúan sin reflexionar, pero la diferencia entre ellos es el efecto qe causa su "no pensar" , felicidades héroe!
Yo sé, que tu eres un héroe, Erick. Muy buen trabajo. Sigue escribiendo tan bien, así como siempre lo haces. Éxitos amigo.
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