Crónica a la
procesión del Señor de los Milagros.
LA FE DE UN PUEBLO EN
UNA IMAGEN
Suena el primer martillazo. De pronto, se abren las puertas
del templo de las Nazarenas que dan inicio al primer recorrido procesional del
Señor de los Milagros, entre las oraciones y la banda de música que se mezclan.
Como hace más de 300 años, la fe sigue intacta. Personas acuden
con fervor para pedir por salud. Otras, con lágrimas en los ojos, oran quizás
por un ser querido. La variedad de suplicas y llantos son lo más conmovedor de
toda la procesión.
El anda del Cristo moreno está hecha con madera de caoba y
cubierta por oro y plata. La mesa que sostiene está custodiada por cuatro
ángeles. Cada ángel está en cada esquina de la mesa. Los ángeles miden un metro
de alto y pesan aproximadamente 70 kilos. El lienzo del Cristo se encuentra en
la parte trasversal del anda y está encuadrado por dos columnas salomónicas. Tanto
el arco y las columnas son de plata y están radiados por rayos de plata
vallados en oro de 21 kilates. En la parte más alta como hace 300 años lleva el
escudo de la Ciudad de los Reyes.
“Ríndele gracias, bendice alma mía, al Señor, tu Dios, que te
ha dado vida hasta el día de hoy”, es una de las tantas canciones que entonan
sin cesar unas 250 mujeres que por devoción regalan sus voces a su Cristo.
La imagen da vuelta en el jirón Huancavelica y recibe un gran
homenaje con música criolla. Se para la música y se escucha a viva vos:
“gracias señor por tu visita”. De pronto, se para el anda y un papel picado de
color morado envuelve y hace mágico todo ese jirón.
Entre el río humano que va dando marco al rey de los cuadros,
se va escuchando oraciones que van matizando la tarde. “Santa María, madre de
Dios, ruega por nosotros los pecadores en la hora de mi muerte”, reza con
rosario en mano y pies descalzos Elvira Campos, una anciana de 70 años que
lleva ya 50 años en la hermandad. “Yo lo
acompaño desde que sale hasta que se guarde”, dice ella con lágrimas que van
cayendo sobre sus mejillas.
Un pequeño no se da cuenta de lo que sucede a su alrededor y no
se da cuenta que forma parte de la manifestación religiosa más multitudinaria
del Perú católico.
Un miembro de la hermandad vocifera, un tanto desesperado,
que la multitud avance, mientras sujeta la soga que custodia las sagradas andas
del Cristo de Pachacamilla. En la esquina siguiente, la cosa se pone más tensa:
un señor pierde la noción y se desmaya entre el papel picado que cae desde unos
de los balcones. Algunos paramédicos y miembros de la hermandad van a socorrerlo
al tiempo que piden abrir paso.
El cansancio y gozo, a la vez, se notan en las expresiones de
los cargadores y es que acaso no se cansan. Llevan ya más de siete minutos
cargando más de media tonelada. Quizás sea la fe lo que los mantiene de pie.
La tarde va dando una sombra sobre el lienzo de Jesús. En la
frente se nombra señal de santa Cruz. Una madre, con su hijo en brazos, le pide
al capataz que pase a su niño por la imagen.
Al paso del redentor, las campanas suenan tristes. Ya llega
la hora de que el patrón de la ciudad llegue a su casa. El Señor de los Milagros
une a negros, cholos y blancos bajo la misma fe. Cada año esta fe crece y así
como comienza esta procesión, también termina con mucha fe. Amén.
Proseción del Serñor de los Milgros. Octubre Lima-Perú
|
.Escribe Por Antony PAZ
4 comentarios:
muy bonito resume la fe de los limeños con el señor de los milagros
buena antony, cargaste supongo??
Una sugerencia hubieras descrito a los ambulantes que tan bien son una prosecion aparte.
Está bueno.
Pero a mi parecer el tercer párrafo no va con el tema.
Publicar un comentario