La
muerte es parte de la vida diaria y no hay quien no lo sepa. Las personas no
viven para siempre. Tienen un límite de edad.
Ir
a la morgue de la ciudad es sinónimo de que un amigo o familiar ha fenecido,
pero esta oportunidad es con la intención de, simplemente, conocer los
misterios que guardan las personas encargadas de velar por quienes el corazón
les ha dejado de latir.
Desde
Barrios altos y en la Av. Grau, a unas pocas cuadras de la estación central del
Metropolitano, está el almacén más grande de cadáveres de Lima: la Morgue
Central de la provincia.
A
pesar de estar cerca de zonas donde las personas de mal vivir les gusta ganar
dinero fácil y algunas chicas optan dar cariño por dinero, también está, justo
al lado de la facultad de Medicina Humana de la Universidad Nacional Mayor de
San Marcos y frente al Hospital Almenara.
Es
un local pequeño. Seguramente, pasaría desapercibido sino fuera por el gran
anuncio que tiene en la puerta principal. Desde afuera tiene un estilo antiguo,
pero desde la garita de los de seguridad ya se puede ver lo moderno de las
instalaciones.
Los
mitos dicen que al momento de ingresar se puede percibir el olor a cadáveres en
descomposición, pero eso es absolutamente falso. Lo que se puede rescatar es
que es un establecimiento organizado, limpio y regulado como cualquier otro.
En
la primera instancia hay un grupo de asientos frente a un gran televisor y
diferentes personajes están esperando su turno. Algunos están serios; otros,
llorando, pero definitivamente todos con el alma triste.
Por
otro lado, cerca de la puerta, donde los médicos y especialistas entran y
salen, se encuentra un grupo de estudiantes, sin duda de medicina, alegres y
entusiasmados, pues será la primera vez que estudian el cuerpo humano viendo
una autopsia.
Los
observadores tienen que llevar un equipo de bioseguridad. Se cubren ambos pies
y su cabello; llevan un mandil muy largo amarrado fuertemente en medio de su
espalda y además una mascarilla, indispensable a la hora de evitar enfermedades
y sobre todo para los estudiantes nuevos, que en ocasiones llevan doble
protección, para no percibir el hedor en su totalidad.
Ellos,
seguramente, están listos para ver de todo. Han estudiado el cuerpo humano y
saben lo perfecto que es. “Somos una maquina maravillosa”, suelta uno de ellos.
Sin embargo, ninguno pudo adivinar que en esa ocasión serían testigos de la
autopsia de un diminuto feto de dieciséis semanas. Por circunstancias de la
vida, el pequeño está sobre una tableta de madera en una fría inclinada mesa de
metal. Los técnicos y doctores comienzan a especular según lo que ven y lo que
leen en los datos del occiso (vocablo forense, sinónimo de cadáver).
Habría
fallecido por supuestas causas naturales. Los especialistas no descartan la
posibilidad de un aborto autoinflingido. Bromean sobre la posibilidad que los
padres nunca vengan a recoger a la criatura que se encuentra abierta desde el
centro de su cráneo hasta el final de su pelvis. No lo hacen sin base alguna. Ya
ha habido casos. “Quien vendría a recoger a un niño no nacido”, dice uno sin
ningún tipo de culpa.
El
“occiso” está completamente enrojecido, debido a la sangre y la placenta. El
médico retira el cerebro en su totalidad. El lóbulo derecho era para
toxicología y el izquierdo, para otros exámenes. De su pequeño cuerpo retira
una muestra de sangre; tiene que hacerlo de uno de los muslos, pues allí hay
más concentración del líquido vital.
Luego
de anotaciones y observaciones, la mitad de los estudiantes salen pues tienen
suficiente información. Los nuevos se quedan un poco más para terminar todo el
procedimiento. El licenciado, luego de veinticinco años de arduo trabajo, sabe
lo que está haciendo y no sólo lo hace por obligación, lo hace con sentimiento,
y al momento de coser tiene cierta preocupación por el tamaño excesivamente
grande de la aguja.
El
metal filoso entra y sale dejando grandes agujeros en la piel del feto. Es
cosido de la pelvis al cuello y, para terminar, el especialista coge un trozo
de esponja y lo coloca en medio del cráneo. “Así no tendrá la cabeza
aplastada”, dice triunfante. Termina el procedimiento y el cadáver lleva de
recuerdo una gran cicatriz. El “occiso” es colocado en una bolsa y archivado.
Todo
ha acabado en la mesa de trabajo. Los utensilios como las tijeras, el bisturí,
entre otros, son colocados en medio para ser limpiados y esterilizados, uno a
uno, con legía y agua. Finaliza la limpieza y queda todo pulcro e impecable.
Como
entusiastas y curiosos que son los jóvenes, un estudiante solicita a los
profesionales ver el depósito de cadáveres que ya han sido sometidos a una
autopsia. Estos lo observan y aceptan. En ese momento comenzó la sesión de
fotografía.
Uno
de los especialistas, con su cámara, retrata, foto a foto, a todos los fallecidos
del día anterior. “Sonríe”, solicita alegre. Las imágenes serán usadas para
encontrar a los familiares de los cadáveres.
Se
abre una pesada compuerta de metal y se desliza una bandeja con un sujeto
recostado. El personaje tiene una expresión de miedo en el rostro; boca
abierta, ojos perdidos y mandíbula suelta. Al haberle hecho la autopsia, posee
un corte claro en medio de las costillas. Su piel es algo amarillenta y
aparenta tener cierto pudor al ser observado desnudo por tantos ojos.
Un
vagabundo fue impactado por un vehículo en la Panamericana Sur y su cuerpo
mostraba graves golpes y los dientes estaban desparecidos. Una persona, con
cierto grado de mongolismo, fue hallada muerta luego de caer diez metros de
cabeza. Ésta última aún posee sangre en la bandeja proveniente de la herida
mortal.
Para
terminar la sesión de fotos, llegan los “baleados” (vocablo forense). Un grupo
de jóvenes fueron interceptados por efectivos policiales que no tuvieron otra
alternativa que disparar a discreción en un tiroteo que tuvo como resultado dos
delincuentes fallecidos.
Tres
proyectiles en el vientre dan resultado a una muerte lenta y dolorosa. Varias
balas en el cuerpo, pero una directa en el ojo derecho hace que la muerte sea
instantánea.
Quizás
el ver tantas personas fallecidas, para algunos, hubiera sido impactante y
habría sido el causante de repetidas pesadillas, pero no para los estudiantes entusiasmados
de medicina; ellos estaban como niños en una juguetería.
Tocan
las dos de la tarde y la hora de visita de los estudiantes ha concluido. Uno a
uno, ellos salen de la morgue, y -a diferencia de los familiares y amigos que
poseen rostros caídos- ellos, alegres, marchan luego de un gran día en la
morgue central de Lima.
Puerta principal de la Morgue Central de Lima
Escribe Erick GUERRA
21 comentarios:
Buuuu fantasmitas *u*
Wow muy informativo hehe. Buena narración, felicitaciones
Me encanta que manejes el tema que sea y para lo que sea. Eres y seguirás siendo un muy buen escritor. Felicidades.
-Alondra
¡Me dio miedo! Bien hecho.
Muy interesante, buena redacción.
-J.G.M
muy buena descripción de la autopsia y ya se donde irte a buscar,
Sin duda una experiencia muy compleja en si, de ver tanto alli uno rompe algunos mitos, aparte de ello se nota el entusiasmo de los estudiantes de medicina, cosa que para otros no resulta nada emocionante o maravilloso; tras narrar pequeñas historias de ciertos cadaveres que se encontraron alli, es muy lamentable de aquellas muertes inesperadas y crueles; ahora comprendo yo ciertos misterios, esta cronica es una gran ayuda para expandir nuestros conocimientos.
Yamile
buena narraciòn ! Te luciste !
Hay que admitir que me asustè un poco
Esta clase de lugares es donde quizás uno terminara algun dia... Es algo tan natural y a la vez tan desconocido...
:O Supiste como transmitirlo... Muy bueno o.O
Muy buen trabajo Erick Felicitaciones (Y)
Muy informativo para alguien que nunca ha ido , muy bueno
Wooooo.... bravazo!
Antes de 1997 esos mitos del olor de la morgue central eran realidad. Has escrito una simpática crónica sobre la morgue central. Buen trabajo.
-E.S
Interesante! Saber un poco mas de lo que uno aveces lo ve tan ajeno, como se dice hay que tener vocación para estudiar esta carrera de medicina.
-V.C
Tienes mucho talento para contar y redactar, llegarás a ser un famoso escritor, muy interesante crónica.
-S.S
Cada dia se aprende algo mas y esta narracion de la morgue realmente es un tema muy interesante y tu supiste trasmitir lo mejor. Buen trabajo.
Excelente trabajo Erick! Y muy buena narración también. Se deja entender claramente detalle a detalle de este proceso. Sigue asi, felicitaciones
Excelente un buen trabajo y una buena experiencia en tus inicios como comunicador.Felicitaciones.
Buen trabajo Erick muy valiente jejej . Sigue así. :D
Publicar un comentario