lunes, 1 de diciembre de 2014

DETRÁS DE UN COMBATIENTE

Detrás de cada valiente siempre hay otras historias en donde se esconden muchas verdades e injusticias.  El uniforme, las armas, y los duros esfuerzos físicos son como el pan de cada día para nuestros representantes. Este es el caso de Don Humberto Gutiérrez, sobreviviente de la guerra del CENEPA de 1995. En la urbanización Navidad  de Villa se encuentra su modesta casa y él nos esperaba entusiasmado. Al tocar la puerta, bastó unos segundos para que me hiciera entrar.

En su sala, se encontraban diplomas y cuadros de su pasado, los cuales muestra con orgullo a todos sus visitantes. Me era raro ver a un señor de 56 años con un porte atlético y un físico bien cuidado. Era notorio que perteneció al ejército del Perú.

Don Humberto, muy nervioso, pero orgulloso, cuenta  que el participó de la guerra del CENEPA de 1995, que se dio porque ecuatorianos querían apropiarse de territorio peruano. Pero ahí estaban esos hombres que daban todo por defender  a su patria con sangre, sudor y lágrimas.

_Es el deber de todo militar_ aseguró Don Humberto._ Yo era jefe de sección y tenía a cargo 40 o 60 hombres. Bajo mi responsabilidad, estaban sus vidas.
La intriga invadió la sala por saber si lo hacía por amor al ejército o por obligación, ya que, en ese tiempo, el servicio militar era obligatorio. La respuesta salió de inmediato de su boca temblorosa:

_Desde siempre quise pertenecer al ejército. En ese tiempo, es cierto, era obligatorio hacer el servicio militar, pero en mi caso, yo, de todas maneras quería entrar. Era lo que más anhelaba desde niño.


CORAZON GUERRERO

Al preguntar si era capaz de dar la vida por su patria, sentí que le llegó al corazón y agregó tartamudeando una vez más: _por su puesto es tu patria, tu tierra, y el deber de todo militar. Cuando ingresas al ejército, te hacen jurar y estar dispuesto a todo. Siempre, en todo lo que hago, le pongo mucha entrega, más aun si se trata de mi patria_  respondió con los ojos brillosos.

En medio de la entrevista, ingresa una de sus hijas quien saluda. Los ojos le seguían brillando, pero ahora con más intensidad. Me di cuenta que se siente  muy orgulloso de sus hijos. Aseguró que tiene cuatro hijos: dos hombres, uno oficial y el otro suboficial; y sus hijas son farmacéuticas.

 -Siempre apoyé la carrera que ellos querían seguir. Pude pagar sus estudios con el dinero que recibí cuando me dieron de baja.

Don Humberto baja la mirada, y con sus manos aguerridas, se agarra la cabeza al revelarme que lo dieron de baja. Cabizbajo me contó su anécdota:

_Aveces por ser muy ambicioso terminas mal, y me armaron “la camita” pues. Porque me tocó estar en un determinado puesto, y mi superior estaba  cargo de nuestro grupo. Entonces, él me ofreció cierta cantidad de dinero para hacernos cambio de puestos. Yo acepté, sin pensar que ese día matarían a uno de los hombres que estaban bajo mi cargo. Inmediatamente, el comandante mandó a que dieran de baja al jefe de ese grupo. En realidad, era a mi superior con el que hice cambio, al que tenían que dar de baja, pero fui yo quien aceptó el cambio y apenas regresamos a Lima me dieron de baja.

Después de escuchar el mal momento que pasó don Humberto, pareció una injusticia que luego de tanta entrega y amor  a su patria, lo dieran de baja, es decir, lo saquen del ejército. Lo botaron de la institución en  donde  siempre quiso estar, en donde cumplió su sueño tan anhelado  de niño. Todo esto se derrumbó gracias a  malas personas, a la ambición o simplemente el destino. Talvez, en la mente de cualquier persona pensarían en arrepentirse por ingresar a una institución en donde después de todo, lo sacan en un dos por tres. Pero don Humberto no piensa lo mismo.

_No me arrepiento de haber pertenecido a esta gran institución que fue, y es mi vida_ dijo suspirando. _Lo que pasó fue consecuencia de mis actos, talvez sí fue una injusticia que se tome una decisión tan radical, pero los momentos vividos allí son imborrables.


DERRAMÉ LÁGRIMAS

Estos combatientes de guerra, dispararon y  mataron algunos de sus rivales. No fue nada fácil toda esta situación para estos hombres. Don Humberto, al recordar esos momentos, revive cada imagen de compañeros  bañados en sangre, con heridas en carne viva. A pesar de ser denominados el sexo fuerte, confiesa: _fue tan triste ver todo eso.

_Aunque no  lo creas, en esos momentos, al ver a mis compañeros con sangre en la cara, con brazos colgando, heridos de mil maneras, derramé lágrimas. Todo era tan triste. Viví momentos de tensión. Segundo a segundo era ver herida nueva en cada cuerpo de mis compañeros.

Al imaginar los momentos de tensión vividos, supuse que don Humberto también recibió algún disparo o salió herido. Grande fue mi asombro cuando se persignó, miró hacia arriba y agregó: _gracias  a Dios no me cayó ningún balazo.

_Todos mis compañeros estaban heridos, pero  murieron cuatro. Uno de ellos, mi amigo Jonathan, de apellido norteño. Al recordar esos momentos, me pongo a pensar en todas las familias que dejaron mis compañeros; pero a la vez sé que les dieron una platita, solo a los que murieron.

Es algo penoso que el reconocimiento se les otorgue únicamente a los combatientes que murieron, dejando de lado la ardua labor y entrega del resto de los sobrevivientes que iniciaron el combate con las mismas ganas de defender a su patria. Es acaso una mala suerte que no hayan recibido ningún balazo, para poder ser reconocidos como héroes.

_A las familias de los muertos en guerra sí les dieron su platita y sus placas y todo. Después que me dieron de baja, con la plata que recibí pagué los estudios de mis hijos. Actualmente, trabajo en el serenazgo de Surco, como chofer.


"Combatiente del Cenepa".


Escribe  Claudia PAUCAR





1 comentarios:

seshyra Ramos Arias dijo...

Es importante preocuparse por verdaderos guerreros y este hombre fue uno de ellos que lucho y se enfrento a verdaderos obstáculos. Linda e interesante entrevista felicidades clau

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